Llamada divina a un amor conyugal como un camino de santidad (LG n. 41)
Esta etapa de preparación al matrimonio, que llamamos de noviazgo, se da cuando vivimos el paso del “ser hijo/a” a “ser esposo/a”.
Es una maduración y capacitación del hombre y la mujer en el seno de una vida eclesial, para una entrega y misión específica en esa misma Iglesia.
Siendo su finalidad propia, ayudar a cada persona a encontrar su vocación matrimonial (incluido el celibato cristiano), y a disponer su vida en respuesta a esta llamada divina a un amor conyugal como un camino de santidad. Cfr. LG, n.41
Esta preparación al matrimonio ha de realizarse mediante la Acogida, el Anuncio y la Ayuda Diferenciada, Progresiva y Práctica. Se basa en la Exhortación apostólica Familiaris consortio, donde indica que hay tres etapas para dicha preparación:
1ª.- Remota: de infancia a adolescencia.
Proceso gradual y continuo que permita tener como centro la vocación al amor. Siendo el lugar propio e imprescindible, la familia. Ésta debe procurar una verdadera formación integral; incidiendo en una educación en la afectividad a la luz del Evangelio.
2ª.- Próxima: juventud.
Siendo el noviazgo el centro de esta etapa. Los jóvenes han de alcanzar la madurez de la persona y la capacidad de entrega. Es el momento de una formación particular sobre el descubrimiento concreto de la vocación matrimonial.
3ª.- Inmediata: para comprometidos a contraer matrimonio en un futuro próximo.
Basada en el conocimiento de las obligaciones del matrimonio y la disposición al sacramento. Se centra en los Cursos Prematrimoniales, que deben adaptarse al nivel de los novios, a la situación actual de la sociedad y ayudar en el descubrimiento de una adecuada formación para la vida matrimonial.