El drama de las separaciones, el síndrome del “niño solo en casa”, el pensar que el amor puede tener fecha de caducidad. Las estadísticas son dramáticas. Cuantas veces imploró Juan Pablo II y lo hace continuamente Benedicto XVI de que tenemos que volver a poner en el centro a la vida y a la familia y aunque estamos convencidos, podríamos decir desde siempre, las familias, los Movimientos Familiares no podemos quedarnos agazapados, defendiendo lo nuestro, nuestra parcelita. Tenemos que salir a la luz, fuera de nuestros “espacios cómodos”, no podemos quedarnos atemorizados y en silencio.
Tenemos que unirnos y pedir al Espíritu que nos haga creativos: “tenemos garantizado el éxito”: El se hizo uno de nosotros y nos mostró el camino.