JUAN PABLO II Y ESPAÑA, UN VÍNCULO ESPECIAL

Las cinco intensas y vibrantes visitas a este país del beato Karol Wojtyla
El primer viaje apostólico de un papa a España fue en 1982. Juan Pablo II iniciaba así una estrecha relación con este país que se prolongaría hasta los últimos días de su pontificado. Su visita tuvo lugar del 31 de octubre al 9 de noviembre y coincidió con la clausura del IV centenario de la muerte de santa Teresa de Jesús, a la que definió como «esa gran santa española y universal».
Tras aterrizar en Madrid, Karol Wojtyla llevó a cabo un auténtico maratón por la geografía española a bordo de un helicóptero de la Fuerza Aérea. Ávila, Alba de Tormes, Salamanca, Guadalupe, Toledo, Segovia, Sevilla, Granada, Loyola, Javier, Zaragoza, Montserrat, Barcelona, Valencia, Moncada, Alcira y Santiago de Compostela fueron sus escalas en los diez días que duró su periplo. En total, 18 localidades de 11 comunidades autónomas en la que sigue siendo la estancia más larga de un pontífice en España. 
La misa celebrada en la plaza de Lima de Madrid y en el encuentro con los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu siguen recordándose por la masiva afluencia de público. En Sevilla, el Santo Padre beatificó a sor Ángela de la Cruz, fundadora de las hermanas de la Compañía de la Cruz.

En aquel momento el Pontífice polaco aseguró sentirse atraído por España por su «fidelidad a la Iglesia y servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras» que «la defendieron en momentos difíciles». «La porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español», añadió dando gracias. Para despedirse, lanzó una llamada a Europa: ‘Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. ¡Aviva tus raíces!’ 
La segunda visita de Juan Pablo II a España se produjo en 1984, el 10 de octubre, y duró apenas unas horas. En realidad, se trató de una escala en su viaje a República Dominicana y Puerto Rico con motivo de las celebraciones del V Centenario de la Evangelización de América. El Papa aterrizó en Zaragoza, donde fue recibido por el Rey, el presidente del Gobierno y varios ministros. El Santo Padre explicó que su parada se debía a que España es la tierra que «abrió la comunicación entre Occidente y el continente americano y la que, en gran parte, llevó al mismo la luz de la fe en Cristo, junto con Portugal». En la Basílica del Pilar, leyó un mensaje dirigido a los familiares de los misioneros españoles en América Latina antes proseguir su camino.
El Pontífice polaco tardó cinco años en regresar a tierras españolas. La tercera visita apostólica a este país tuvo lugar del 19 al 21 de agosto de 1989. En esta ocasión, Juan Pablo II acudió a Santiago de Compostela para clausurar la IV Jornada Mundial de la Juventud. En el Monte do Gozo, el Papa advirtió a los jóvenes de los peligros de los caminos «errados», de las «propuestas fáciles» y las «ambigüedades» y les invitó a ser «apóstoles valientes» ante el «gran desafío» del «neopaganismo y el proceso de secularización» para construir una civilización de «amor, justicia y paz». 
Además, Juan Pablo II recorrió a pie los últimos cien metros del Camino de Santiago ataviado con la esclavina y el bordón de roble, en una peregrinación simbólica, después de lo cual visitó la catedral compostelana donde rezó ante las reliquias del Apóstol. Desde Santiago, se trasladó a Asturias. Tras visitar Oviedo, el Santo Padre estuvo acompañado en la gruta mariana de Covadonga por el Príncipe de Asturias. Antes de regresar al Vaticano, visitó los lagos y Cangas de Onís. 
Andalucía y Madrid fueron los destinos del cuarto viaje de Juan Pablo II a España, del 12 al 17 de junio de 1993. El motivo principal fue la clausura del 45 Congreso Eucarístico Internacional, que se celebró en Sevilla. En esta ocasión, el Papa animó a los obispos españoles en su esfuerzo por conseguir una «nueva evangelización» y se mostró consciente de «la grave crisis de valores morales, presente de modo preocupante en diversos campos de la vida individual y social que afecta de manera particular a la familia, a la juventud, y que tiene también repercusiones en la gestión de la cosa pública». «Es innegable la existencia de un creciente proceso de secularización, que halla puntual eco en algunos medios de comunicación social, favoreciendo así la difusión de una indiferencia religiosa que se instala en la conciencia personal y colectiva», lamentó.
Durante su visita, el Santo Padre recorrió diversos puntos de la geografía andaluza. En Sevilla visitó la catedral; en Huelva, los lugares colombinos y el santuario del Rocío, y en el Monasterio de la Rábida coronó a la Virgen de los Milagros. También rezó en la parroquia de Palos de la Frontera. Después se trasladó a Madrid. En su segunda visita a la capital, el Pontífice polaco consagró la catedral de la Almudena. Antes de finalizar su viaje, presidió una multitudinaria celebración en la plaza de Colón donde canonizó a Enrique Ossó.

El último viaje de Juan Pablo II, el 3 y 4 de mayo de 2003, trajo a la capital de España a un papa visiblemente desmejorado. Aún así, el Santo Padre tuvo fuerzas para llevar a cabo un encuentro con casi un millón de jóvenes en la Base Aérea de Cuatro Vientos. En la Vigilia de Oración, el Papa, más vital que nunca, pidió a los jóvenes que dejen constancia con su vida de que las «ideas no se imponen, sino que se proponen» y repitió las palabras que pronunció en 1982 en el estadio Santiago Bernabéu: «Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad». 
El Pontífice polaco manifestó una vez más su preocupación por la paz en el mundo: «La espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra provoca, todavía en nuestros días, odio y muerte». «Hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón», aseveró. Y concluyó su intervención evocando a la Virgen María y rogándole por los «jóvenes llenos de sueños y esperanzas», para que éstos «sean testigos de Cristo resucitado, apóstoles humildes y valientes del tercer milenio y heraldos generosos del Evangelio».

Al día siguiente, la Plaza de Colón acogió una misa multitudinaria, en esta ocasión con motivo de la canonización de cinco beatos: Pedro Poveda Castroverde, fundador de la Institución Teresiana; José María Rubio, presbítero de la Compañía de Jesús; Genoveva Torres Morales, fundadora de las Angélicas; Ángela de la Cruz, fundadora de las hermanas de la Compañía de la Cruz; y Maravillas de Jesús, de la Orden de las Carmelitas Descalzas. 

Al término de su quinta visita, Juan Pablo II se despidió con un «¡Hasta siempre, España. Hasta siempre, tierra de María!» La relación personal del beato Karol Wojtyla con la nación española, con su pueblo y con su Iglesia, se articuló fundamentalmente a través de estos viajes. Nada menos que cinco visitas intensas y vibrantes -casi una por lustro-, que fueron moldeando su conocimiento, su relación y su sintonía con este país.

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