En la catequesis previa al Jueves Santo, el Papa ha hablado de la Pasión de Jesús y ha señalado que la Resurrección no es el «happy end» de las películas, sino la obra de Dios
A un día de comenzar las celebraciones del Triduo Pascual, una repleta plaza de San Pedro ha recibido al papa Francisco para escuchar su catequesis semanal. Miles de personas, venidas de todas las partes del mundo, esperaban la llegada del Santo Padre en el jeep para poder saludarle y hacerle ver sus muestras de cariño. El Pontífice ha bendecido a los niños, sonreído, saludado e incluso firmado algunas tarjetas que los fieles llevaban consigo para poder llevarse una dedicatoria de Francisco. Acostumbrados a ver que los peregrinos entreguen al Papa banderas de sus países, camisetas, artículos religiosos… hoy un niño ha sido el más original, le ha entregado lo que llevaba consigo, un bolsa de patatas fritas. También hoy unos niños han podido subir al papamóvil y pasar unos instantes ahí junto al Papa.
Bajo las voces que gritaban ¡esta es la juventud del Papa! o ¡Francisco te queremos!, el pontífice argentino ha dado comienzo a la audiencia semanal.
La semana pasada, el Papa inició una serie de catequesis sobres los dones del Espíritu Santo; pero hoy ha interrumpido esta temática para hablar de la Pasión de Jesús, de su cruz y su dolor.
En el resumen que el Santo Padre ha hecho en español sobre la catequesis ha dicho:
«Hoy, en la mitad de la Semana Santa la liturgia nos presenta el triste hecho de la traición de Judas. Judas va a las autoridades y les dice simplemente: ¿Cuánto me van a dar si yo lo entrego? ¡30 monedas! Y Jesús tiene precio, como cualquier mercadería en un mercado. Y Jesús acepta esa humillación hasta la muerte de cruz.
En su sufrimiento y en su muerte, podemos ver el dolor de la humanidad, el dolor de nuestros pecados, y la respuesta de Dios a ese misterio del poder del mal. Dios toma sobre sí el mal del mundo para vencerlo. Su pasión no ocurre por error. Es la manera de mostrarnos su amor infinito. En esa pasión de Jesús contemplamos su grandeza y su amor.
En esta Semana Santa nos hará bien, a todos, mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús y decirle gracias. Porque eso lo hizo por cada uno de nosotros. Pero Dios siempre interviene en el momento en que quizás uno no lo espera, y Jesús resucita.
La resurrección de Jesús no es el “final feliz” de un cuento de hadas, no es el “happy end” de una película, sino que es la prueba de que Dios actúa en el momento más difícil, en el momento más oscuro. La noche siempre es muy oscura un poquito antes de que empiece a amanecer. No bajemos de la cruz antes de tiempo. Y no olvidemos, en esta semana, de besar muchas veces el crucifijo».
A continuación ha saludado a los peregrinos de lengua española lo que ha despertado un fuerte entusiasmo de los fieles que han aplaudido y gritado con fuerza. En particular, ha dicho el Papa, «a los grupos venidos de España ¡lleno de banderas!, Puerto Rico, Guatemala, México, Uruguay, ¡vi varios mates por ahí!, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a vivir esta Pascua con la certeza de que, en Jesús, Dios nos ama y nos perdona. Pido a la Virgen María, nuestra Madre, que nos acompañe en el camino de la
cruz y del amor que Cristo nos enseña. Muchas gracias».
Al finalizar los saludos en todas las lenguas, el Santo Padre ha dedicado, como cada semana, un pensamiento especial a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. «Queridos jóvenes, reflexionad sobre el precio de sangre pagado por el Señor para nuestra salvación», ha pedido Francisco. Por su parte, a los enfermos les ha recordado que «el Viernes Santo nos enseña la paciencia en los momentos de cruz». Y a los recién casados les ha exhortado a «llenar con la alegría de la Resurreción vuestros muros domésticos».
Para concluir, una pequeña broma del Papa que ha provocado las risas de todos. Mientras el speaker de lengua italiana presentaba a los grupos y recordaba que a continuación se rezaba el Padre Nuestro y el Papa daría su bendición, una fuerte tos le obligó a detener su lectura. El Santo Padre le dijo: «¡Esa salud! ¡Está usted envejeciendo! ¡Vaya tranquilo!».