Este martes comenta la parábola del paralítico y los fariseos. El formalismo y la inercia, esos pecados del cristiano
Los cristianos anestesiados le hacen mal a la Iglesia, como los formalismos, es necesario vencer la inercia espiritual y arriesgar en primera persona para anunciar el evangelio. Lo ha indicado este martes el papa Francisco en la misa cotidiana que celebra en Santa Marta.
La homilía de hoy se centró en el evangelio que narra el encuentro de Jesús con una persona paralítica desde hacía 38 años, que estaba debajo de los pórticos pero no encontraba a nadie que lo sumergiera en las aguas agitadas porque siempre alguien le precedía. Jesús en cambio le ordena levantarse e ir. Un milagro que despierta las críticas de los fariseos porque esto sucedía un sábado, día no permitido.
El Pontífice indicó que aquí encontramos dos enfermedades espirituales fuertes. Dos enfermedades sobre las que “nos hará bien reflexionar”. De un lado la resignación del enfermo que triste se lamenta. Y el Papa precisó: “Pienso a tantos cristianos, tantos católicos que sí, son católicos pero sin entusiasmo, tristes”. Que dicen: ‘Sí, es la vida, es así, pero la Iglesia… Voy a misa todos los domingos, pero mejor no meterse, mantengo la fe por motivos de salud, y no tengo necesidad de darla a otro… Mejor cada uno en su casa, tranquilos en la vida… Además si haces algo corres el riesgo que te critiquen. No, mejor no arriesgar…’
Ésta es la enfermedad de la indolencia, de la indiferencia de los cristianos. Esta actitud paraliza el celo apostólico, no se preocupan de salir para anunciar el evangelio. Son personas anestesiadas. Son cristianos tristes, personas no luminosas, personas negativas y esta es una enfermedad de los cristianos. Vamos a misa todos los domingos pero decimos ‘por favor no nos molesten’. Estos cristianos sin celo apostólico no le hacen bien a la Iglesia. Hay muchos cristianos que son egoístas, sólo para sí mismos. Y añadió que “el pecado de la indiferencia es contrario al celo apostólico, de dar la novedad que nos trajo Jesús, que a mi me ha sido dada gratuitamente”.
En este paso del evangelio, explicó el Papa, encontramos también otro pecado, cuando vemos que Jesús es criticado porque realizó una curación siendo día sábado. Es el pecado del formalismo. “Cristianos -dijo Francisco- que no dejan lugar a la gracia de Dios. Y a la vida cristiana, la vida de esta gente, es tener todos los documentos en regla, todos los certificados”. “Los cristianos hipócritas, como éstos, solo se interesan por las formalidades. ¿Era sábado? Entonces no se pueden hacer milagros, la gracia de Dios no puede operar el sábado. Entonces le cierran la puerta a la gracia de Dios”.
Tenemos a tantos así en la Iglesia, a tantos. Es otro pecado. Primero los que no tienen celo apostólico porque decidieron detenerse en sí mismos, en sus tristezas, en sus resentimientos. Y estos otros que no son capaces de llevar la salvación porque le cierran la puerta.
Para ellos cuentan solamente las formalidades. “No se puede, es la palabra que tienen más a mano”. A gente así la encontramos también nosotros. Tantas veces tuvimos apatía o fuimos hipócritas como los fariseos. Son tentaciones que vienen y que debemos conocerlas para defendernos. Y delante de estas dos tentaciones, delante de este “hospital de batalla como símbolo de la Iglesia”, delante a tanta gente herida, Jesús se acerca y pregunta solamente: ¿Quieres sanarte? Y le da la gracia. Y después cuando encuentra de nuevo al paralítico le dice ‘no peques más’.
“Las dos palabras cristianas son: ¿quieres sanarte?; no peques más. Pero primero lo cura, y después le dice no peques más. Palabras dichas con ternura y con amor. Y este es el camino cristiano, el camino del celo apostólico: acercarse a tantas personas heridas en este hospital de campo, y tantas veces heridas por hombres de la Iglesia. Es una palabra de hermano y de hermana: ¿quieres sanar? Y después cuando va adelante, entonces dice: ‘No peques más que no te hace bien’. Es mucho mejor así. Las dos palabras de Jesús son más hermosas que la actitud de la indiferencia o de la hipocresía.