Cuando Bárbara Castro García estaba embarazada de cuatro meses le detectaron un tumor maligno en la lengua, pero el tratamiento ponía en riesgo la vida de su bebé.
La joven periodista prefirió poner en riesgo su propia vida y alcanzó a compartir cerca de un año y medio con su hija, hasta que falleció.
Bárbara dio su vida para que su hija naciera en buen estado de salud
«Presentía que íbamos a sufrir mucho, que sería muy duro y probablemente muy largo, pero también te garantizaba que, por muy duro que fuese, más tarde yo me iba a encargar de que fueras la persona más feliz del mundo, que todo esfuerzo merecería la pena, que disfrutaríamos de nuestra hija y que nos teníamos que preparar para un tiempo indefinido y horrible. ¡Ganaremos, vida mía, ganaremos! Hoy nos queda lo más difícil: buscarle sentido a todo esto que nos ha pasado», escribió su marido, Ignacio Cabezas, en una emotiva carta que se leyó durante el funeral de Bárbara.
Tras 11 años de noviazgo, Bárbara e Ignacio decidieron casarse en 2009. Rápidamente la pareja acordó que estaban listos para tener su primer hijo y al poco tiempo la noticia del embarazo de Bárbara alegró a toda la familia. En 2010, Bárbara comenzó a quejarse de un dolor en la lengua que le adjudicaba a una llaga. El 15 de julio de 2010 los médicos le dieron la peor noticia: tenía un tumor cancerígeno en la lengua.
Los médicos le explicaron que el tratamiento para combatir el tumor iba a poner en riesgo la vida de su hija, por lo que la joven periodista decidió rechazarlo. Le practicaron una pequeña intervención quirúrgica, pero todos eran conscientes de que era insuficiente para acabar con la enfermedad. En los meses que siguieron hasta el nacimiento de la pequeña, Bárbara padeció dolores insoportables, pero su sufrimiento sirvió para que la pequeña Bárbara (decidieron ponerle el nombre de su madre) naciera en perfecto estado en noviembre de 2010.
Inmediatamente, Bárbara volvió al médico para iniciar el tratamiento contra el cáncer, pero le advirtieron que su cuadro se había agravado y sería difícil que sane. Fue operada, y le extirparon buena parte de la lengua y la mandíbula. Desde entonces, se alimentó por una sonda, pero esos sacrificios le permitieron estar junto a su hija y verla crecer durante los primeros meses de vida.
Bárbara era oriunda de Córdoba y en 2005 se licenció en periodismo. Ese mismo año comenzó a trabajar en la delegación de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Córdoba. En diálogo con Teinteresa.es, Raquel, una de las compañeras de Bárbara, visiblemente conmovida contó el dolor que había provocado el fallecimiento de esta joven, a la que calificó como «una excelente profesional y una gran persona».
«Todo ha sido por amor»
«Hoy he decidido contar a los demás lo que han sido estos dos años para los dos. Lo que te ha costado llegar hasta aquí. Lo que has luchado por tener a nuestra hija. Lo que has sufrido… y todo ha sido por AMOR. Amor a tu hija, amor a tu familia, amor hacia mí y también amor a Dios», comienza la emotiva carta que Ignacio le escribió a su esposa tras su fallecimiento.
En el texto el joven arquitecto recuerda que hace 2 años «el Señor nos puso una prueba de amor». «Frenó en seco nuestra vida y rápido te pusiste en marcha. Desde la Fe, luchaste por tu hija que ya sentías con fuerza en tu vientre, aguantabas dolores que nunca imaginabas que existieran y te resististe a que nadie, nada más que Dios, eligiera el día de su nacimiento. Así fue. Yo no pude más que acompañarte, ayudarte y quererte cada día más para que fueras fuerte», recordó Ignacio.
En el párrafo siguiente detaca que el esfuerzo valió la pena. «¡Lo conseguiste!, nuestro bebé estaba ya en nuestros brazos. Aquel 1 de noviembre de 2010 fue un paréntesis de felicidad en estos dos años, se nos olvidó tanto sufrimiento arrastrado, tanto dolor. En Barbarita veíamos el fruto de nuestro Amor, ¡por eso ha salido tan guapa! Y es que nos queríamos tanto, tanto. En este momento, me estoy acordando de cuando tu madre nos decía alguna vez durante este tiempo: ‘Tenéis una suerte increíble de haberos encontrado y haber sentido lo que sentís el uno por el otro. Os queréis de una forma muy muy especial, muchísima gente fallece de viejo y no ha sentido el amor por y con el otro como vosotros. ¡Da gusto veros!, tenéis que dar gracias a Dios por haberos conocido'», explica.
«Rápidamente el mazazo de la realidad volvió a golpear nuestras cabezas, se había propuesto la guerra de nuestra vida. Un demonio venía a por ti, a por mí, a por nuestro hogar, a por nuestra familia. Tú le miraste con mucho miedo, pero inmediatamente nos pusimos todos a una a ayudarte. ¡Teníamos que ganar como sea! Te acuerdas cuando te decía: ‘Vida mía, estoy seguro que el Señor nos ha dejado esta batalla porque sabe que somos capaces de ganarla, que tú y yo somos fuertes, que no nos vamos a rendir y que, además, nuestro motor para la lucha va a ser nuestra Fe en Él'», continúa la carta.
En ese momento, Ignacio le dijo a su esposa que presentía que iban a «sufrir mucho, que sería muy duro y probablemente muy largo, pero también te garantizaba que por muy duro que fuese, más tarde yo me iba a encargar de que fueras la persona más feliz del mundo que hubiera sobre la tierra, que todo esfuerzo merecería la pena, que disfrutaríamos de nuestra hija, y que nos teníamos que preparar para un tiempo indefinido y horrible. ¡Ganaremos vida mía, ganaremos!».
«Hoy, nos queda lo más difícil: buscarle sentido a todo esto que nos ha pasado. Por muy raro que le parezca a todo el mundo, estoy seguro de que el Señor nos ayudará a encontrárselo. A mí ya me está ayudando estos días, no me deja solo, se ha empeñado en no soltarme y en cuidarme. ¡Le necesito! A ti, te dará mucho más amor del que yo pudiera darte jamás. Además, estoy seguro que te tiene reservado un lugar muy especial en el cielo, ese lugar donde muy pocas personas pueden ir, y donde espero, haya un sitio pequeñito donde yo pueda acompañarte algún día. Siempre supe que mi compañera de vida era alguien muy especial, y espero que tanto Barbarita como yo sepamos honrarte como te mereces», añade.
«GRACIAS por habernos querido tanto. A tu familia y amigos, a tu hija y también a mí. Nos has dado una lección de AMOR. Con tu lucha estos dos años nos has demostrado el amor más inmenso que podría imaginar. Algún día Barbarita y yo nos miraremos y diremos juntos: ¡Qué orgullosos estamos de Mamá!, por ahora lo diré yo: ¡Qué maravillosa eres! ¡Estoy muy orgulloso de ti, reina mía! GRACIAS VIDA MÍA. Te echaré de menos cada día que yo esté aquí. TE AMO. Tu eterno marido», concluye.