Como podéis observar, por las entradas que están apareciendo en el blog, nos cautiva el Papa Francisco. Y no porque en él hayamos descubierto algo nuevo, que los anteriores Santos Padres no nos hubieran dicho.
Recordamos con cariño a Pablo VI, infatigable peregrino de la paz y trabajador incansable para que todos conocieran a Jesús, a su Iglesia, como camino para encontrar la paz; Juan Pablo I, el papa de la bondad y su deseo de que el mundo se contagiara del amor que nace de Cristo, “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”: el amor lo puede todo; Juan Pablo II, ¡cómo no recordarlo con cariño!, prácticamente con él hemos crecido, ha acompañado nuestra vida de familia, ¡es de la familia!; Benedicto XVI, ¡cómo nos ayudó a hacer personal nuestro encuentro con Cristo!, a ¡encontrarnos con Cristo en la Iglesia!, a amar, a creer, a vivir por Cristo como único camino de la verdadera y auténtica felicidad
Del papa Francisco nos cautiva su transparencia, como rápidamente te lleva a Cristo, al Señor que es todo ternura y amor hacia nosotros a que venzamos nuestros miedos a dejarnos amar por Dios, con ternura, como solo Él puede amar, un Amor que ama con hechos, con obras, un amor de predilección por cada uno, que sabe cómo nos llamamos, quienes somos; su amor no es un amor abstracto y general, es un amor por mí, por ti, por cada uno, uno a uno. Y de manera especial por los más necesitados, por los más heridos, por la oveja perdida y descarriada.
El papa Francisco nos invita a mirar a Dios, un Dios que por amor se hizo uno de nosotros.
Decía en la homilía del día del Sagrado Corazón:»¡La ternura! Pero si el Señor nos ama tiernamente. El Señor sabe aquella hermosa ciencia de las caricias, aquella ternura de Dios. No se ama con las palabras. Él se acerca –cercanía–, y nos da aquel amor con ternura. ¡Cercanía y ternura! Estos dos estilos del Señor que se hace cercano y da todo su amor con las cosas aún más pequeñas: con la ternura. Y este es un amor fuerte, porque la cercanía y la ternura nos hacen ver la fortaleza del amor de Dios«.
Y el papa nos anima a hacernos una pregunta: ¿amamos como Jesús? Una pregunta que solo puede hacernos aquel que nos ama. Y nos anima a devolver tanto amor recibido: “¿Pero cómo devolver todo este amor al Señor? Este fue el otro punto en el que se detuvo Francisco: sin duda «amándolo», hacerse «cercano a Él», «tierno con Él«.
Sigue decidiendo el Santo Padre: «Esto puede sonar como una herejía, ¡pero es la verdad más grande! Más difícil que amar a Dios es dejarse amar por Él! La manera de devolver tanto amor es abrir el corazón y dejarse amar. Dejar que Él esté cerca de nosotros y sentirlo cerca. Permitirle que sea tierno, que nos acaricie. Eso es muy difícil: dejarse amar por Él. Y esto es quizás lo que debemos pedir hoy en la misa: «Señor, yo quiero amarte, ¡pero enséñame la difícil ciencia, el difícil hábito de dejarme amar por Tí, de sentirte cercano y tierno!. Que el Señor nos dé esta gracia«.
Qué programa para la vida de familia, una vida centrada en el amor, que solo quieres ser una respuesta de amor: “amor, que al sentirse amado, solo puede amar”.