CURSO DE NOVIOS EN LA VIRGEN.
Cuando quieres contarle a alguien que has encontrado un gran tesoro material no es difícil, pues basta enseñarlo y rápidamente se ve. Mostrarle a alguien el gran tesoro que es Dios, a veces no es fácil, aunque haya vivido toda su vida en la creencia de la existencia de Dios, pero si no se ha encontrado con Él; mostrarle el gran tesoro que es Dios, puede parecer complicado y no hay palabras para expresarlo, solo sirve la vida: “ven y ve”.
Como nunca en estos días que hemos pasado juntos con los novios para hacer el Curso de formación al Matrimonio y a la vida de Familia, nos ha parecido que Dios es nuestro tesoro, la perla preciosa: sentir como nuevo el descubrimiento de que “Dios nos ama inmensamente”; no como una palabra o una expresión, sino como una evidencia, como una certeza.
Os estamos hablando del Curso de Novios que de final de curso, dentro de la programación de la Delegación Pastoral Familiar. Este año los días 22, 23 y 24, un maratón de fin de semana, pero que los novios terminan el domingo queriendo más. Como eran 27 parejas, hemos hecho dos grupos, uno se ha quedado en la Casa Diocesana de la Familia y otro grupo nos hemos ido a los salones parroquiales de Nuestra Señora de las Angustias.
No os vamos a contar de la dinámica del curso, aunque si alguien quiere conocer más a fondo, con gusto le contamos. Aunque como en un flash si podemos deciros que este año ha sido mostrarles la belleza de Dios, un Dios que los ama inmensamente a cada uno y que tiene un proyecto para cada nueva pareja desde la eternidad.
Imaginad por un momento más de cuarenta personas, de las cuales, la mayoría de los novios van a cumplimentar un trámite que se les exige para poder casarse: “un certificado”; no se conocen de nada y muchas veces su único interés es que aquello acabe pronto. Esperan a un sacerdote más o menos serio “que vende un producto”, unos “expertos matrimonios” que dan lecciones. Pero se encuentran a un grupo de personas que lo primero que les dicen es que los quieren y que lo único que pueden contarles es lo que Dios ha hecho en sus vidas, que Dios los hace felices, que Dios los realiza.
Comenzar viendo nuestra realización de personas, el proyecto de v
ida en común que se proponen comenzar como el “santo viaje” al que estamos llamados a vivir. Somos dones de Dios, somos un don para el otro. Y reconocer el don mutuo que somos es el primer reto: somos dos dones con un proyecto común: desarrollar el proyecto que Dios tiene para nosotros desde la siempre, un proyecto para desarrollar desde ahora para toda la eternidad. Y juntos, ser un don para la Iglesia y la sociedad.
Hablarles de la elección de Dios, del Sacramento del Matrimonio. Si ya el viernes se descolocan, el sábado por la mañana (el momento fuerte del curso) se desarman cuando al hablarles de la elección de Dios no lo hace un sacerdote, sino una familia. Elección que viene primero de cada uno, después como pareja, para gozar por el sacramento, de su presencia (bendición) en el matrimonio. Se quedan enganchados al ver que es real, son capaces de mirar por la ventana y ver que es de día. El sacerdote, que va interviniendo cuando lo cree oportuno, encuentra el terrero abonado cuando les habla del Sacramento, de la bendición para la pareja. Para nosotros es una auténtica gozada.
Quedan impactados, El hace nuevas las cosas.
Notas que el Espíritu Santo revolotea por la sala (y mira que el espacio físico, la postura no ayuda, pues somos muchos…); la impresión es tremenda, notas como se resisten a abrirse, a dejar entrar a Dios que los llama, que con la discreción y delicadeza que le caracteriza llama a sus puertas. La impresión por momentos es que están ausentes. La realidad es que no saben que les está pasando: Dios llama a sus vidas. Ven la belleza de la Iglesia, que los acoge como madre. Lo que allí están viendo: “ha cambiado su atmósfera” y en esta nueva atmósfera el aire es más respirable. Esa atmósfera en la que la vida de la pareja que cuenta con Dios en sus vidas hace más fácil todo y el amor entre ellos adquiere una nueva dimensión, una nueva dinámica: la dinámica del amor de Dios.