«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
– «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lc. 24, 29-35)
Este pasaje del Evangelio de hoy es uno de los párrafos del Evangelio que más paz nos da, no sabremos cómo ni por qué, a veces ni nos daremos cuenta; pero ¡qué bien se vive, que paz se tiene, cuando El está en medio nuestro, cuando en la familia El está presente, cuando lo dejamos que sea El él que nos hable, cuando gozamos de su presencia entre nosotros. Y sabemos el secreto para que sea así: VIVIR SU PALABRA.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
– «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lc. 24, 29-35)
Este pasaje del Evangelio de hoy es uno de los párrafos del Evangelio que más paz nos da, no sabremos cómo ni por qué, a veces ni nos daremos cuenta; pero ¡qué bien se vive, que paz se tiene, cuando El está en medio nuestro, cuando en la familia El está presente, cuando lo dejamos que sea El él que nos hable, cuando gozamos de su presencia entre nosotros. Y sabemos el secreto para que sea así: VIVIR SU PALABRA.