Decía hace unos días el Santo Padre, hablando de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que “la nueva evangelización puede ser más fructuosa si todos los cristianos anunciamos juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y damos una respuesta común a la sed espiritual de nuestro tiempo”. Palabras proféticas dentro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristiano en la que hemos estado inmersos y que hoy concluimos, pero sobre todo un reto: “presentar a nuestros contemporáneos nuestra fe en Jesucristo”.
El domingo, en una reunión familiar veíamos precisamente eso, la dificultad para presentar a Jesús, como volver a dar a Jesús en nuestros ambientes, a nuestros amigos, y muchas veces incluso entre nosotros mismos. Y una primera respuesta era hacernos nosotros una pregunta ¿quién es Jesús para nosotros?, porque igual la dificultad no está en cómo hacerlo, sino en que transmitimos, o dicho de otra manera ¿quién es Jesús para nosotros?
Esta semana ha sido realmente intensa, hemos recorrido distintos lugares de Granada orando por la Unidad de los Cristianos, nos hemos sentido familia, hermanos. Hemos oído predicaciones de sacerdotes católicos, de pastores evangélicos; hemos orado juntos, hemos pedido juntos, hemos cantado juntos.
Pero dando un salto y pasando de esa gran familia que pedimos que sea la humanidad, a nuestras familias cuantas veces nos hemos preguntado ¿cómo transmitir nuestra fe en Jesucristo a nuestros hijos? Y la respuesta vuelve a ser la misma, la respuesta a: ¿Quién es Jesús para nosotros? De que Jesús le hablamos a nuestros hijos, ¿qué lugar tiene Jesús en nuestra vida?, es un pensamiento bonito, una teoría espiritual, una verdad en quien tengo que creer… o es algo más. Cada vez sentimos con más fuerza que El está en medio nuestro, que nos acompaña, nos anima a caminar juntos y a creer juntos que “hemos sido transformados por la victoria de Nuestro Señor Jesucristo”, sentimos que si termina el octavario, comienza todo un año para orar por la unidad, por que el “todos sean uno” para que el mundo crea.
Quizás pueda parecer ambicioso este empeño, pero muchas otras veces hemos puesto en común nuestro secreto “lo tenemos a Él en medio nuestro” y como termina Chiara en el comentario de la Palabra de Vida de este mes “para no quedarnos en vaguedades, pongamos en práctica este mes esa ley de Jesús que en cierto modo resume todas las demás: pongámonos al servicio de cada hermano viendo en él a Cristo. Por otra parte, ¿no es esto lo que se nos pedirá al final de nuestra existencia?».
Eso sabemos hacerlo, nos ponemos al servicio de cada hermano y hermana viendo en ellos a Cristo. Eso sabemos hacerlo.
El domingo, en una reunión familiar veíamos precisamente eso, la dificultad para presentar a Jesús, como volver a dar a Jesús en nuestros ambientes, a nuestros amigos, y muchas veces incluso entre nosotros mismos. Y una primera respuesta era hacernos nosotros una pregunta ¿quién es Jesús para nosotros?, porque igual la dificultad no está en cómo hacerlo, sino en que transmitimos, o dicho de otra manera ¿quién es Jesús para nosotros?
Esta semana ha sido realmente intensa, hemos recorrido distintos lugares de Granada orando por la Unidad de los Cristianos, nos hemos sentido familia, hermanos. Hemos oído predicaciones de sacerdotes católicos, de pastores evangélicos; hemos orado juntos, hemos pedido juntos, hemos cantado juntos.
Pero dando un salto y pasando de esa gran familia que pedimos que sea la humanidad, a nuestras familias cuantas veces nos hemos preguntado ¿cómo transmitir nuestra fe en Jesucristo a nuestros hijos? Y la respuesta vuelve a ser la misma, la respuesta a: ¿Quién es Jesús para nosotros? De que Jesús le hablamos a nuestros hijos, ¿qué lugar tiene Jesús en nuestra vida?, es un pensamiento bonito, una teoría espiritual, una verdad en quien tengo que creer… o es algo más. Cada vez sentimos con más fuerza que El está en medio nuestro, que nos acompaña, nos anima a caminar juntos y a creer juntos que “hemos sido transformados por la victoria de Nuestro Señor Jesucristo”, sentimos que si termina el octavario, comienza todo un año para orar por la unidad, por que el “todos sean uno” para que el mundo crea.
Quizás pueda parecer ambicioso este empeño, pero muchas otras veces hemos puesto en común nuestro secreto “lo tenemos a Él en medio nuestro” y como termina Chiara en el comentario de la Palabra de Vida de este mes “para no quedarnos en vaguedades, pongamos en práctica este mes esa ley de Jesús que en cierto modo resume todas las demás: pongámonos al servicio de cada hermano viendo en él a Cristo. Por otra parte, ¿no es esto lo que se nos pedirá al final de nuestra existencia?».
Eso sabemos hacerlo, nos ponemos al servicio de cada hermano y hermana viendo en ellos a Cristo. Eso sabemos hacerlo.