REFLEXIONES SOBRE EL ADVIENTO DE D. JAVIER
Os propongo un trabajo para estos días hasta Navidad. No se trata de hacer cosas. Ni siquiera se trata de emplear un tiempo especial. Se trata de tener atención a algo concreto: tener atención a los signos que tenéis cerca (muchos, todos los días) de la cercanía de Dios. Porque Dios viene a través de nosotros. Viene a través de los signos: viene a través de las personas, de las cosas que pasan.
No necesariamente a través de acontecimientos extraordinarios, fuera de lo cotidiano. Viene a través de la persona que tenemos al lado, viene constantemente: todo lo que es, todo lo que existe, nos habla de Dios. Todo lo que existe alimenta en nosotros (podría alimentar en nosotros, si nuestra inteligencia estuviera despierta) la sed de Dios y la gratitud por su Presencia, por su don, por el bien que representan todas las cosas. Aunque sean pequeñas, o aunque ese bien sea pequeño, pero nos hablan: las cosas existen porque existe el Bien infinito, y todas participan de ese Bien en mayor o menor medida. Las cosas son bellas porque hay una Belleza infinita de la que participan todas las cosas, y su infinita variedad no es más que un pálido reflejo de la infinitud de Su Belleza. El amor es bello, y el amor existe, aunque sea pequeño, y aunque los gestos en que se manifieste sean pequeños: la sonrisa existe, la alegría existe, porque uno puede dar gracias por el Amor infinito del que todo amor humano participa.
(Homilia en la Catedral 14/12/2008: III Domingo de Adviento.)
Os propongo un trabajo para estos días hasta Navidad. No se trata de hacer cosas. Ni siquiera se trata de emplear un tiempo especial. Se trata de tener atención a algo concreto: tener atención a los signos que tenéis cerca (muchos, todos los días) de la cercanía de Dios. Porque Dios viene a través de nosotros. Viene a través de los signos: viene a través de las personas, de las cosas que pasan.
No necesariamente a través de acontecimientos extraordinarios, fuera de lo cotidiano. Viene a través de la persona que tenemos al lado, viene constantemente: todo lo que es, todo lo que existe, nos habla de Dios. Todo lo que existe alimenta en nosotros (podría alimentar en nosotros, si nuestra inteligencia estuviera despierta) la sed de Dios y la gratitud por su Presencia, por su don, por el bien que representan todas las cosas. Aunque sean pequeñas, o aunque ese bien sea pequeño, pero nos hablan: las cosas existen porque existe el Bien infinito, y todas participan de ese Bien en mayor o menor medida. Las cosas son bellas porque hay una Belleza infinita de la que participan todas las cosas, y su infinita variedad no es más que un pálido reflejo de la infinitud de Su Belleza. El amor es bello, y el amor existe, aunque sea pequeño, y aunque los gestos en que se manifieste sean pequeños: la sonrisa existe, la alegría existe, porque uno puede dar gracias por el Amor infinito del que todo amor humano participa.
(Homilia en la Catedral 14/12/2008: III Domingo de Adviento.)