PALABRA DE VIDA DE DICIEMBRE DE 2010

«Para Dios nada es imposible» (Lc 1,37).

La pregunta de María al anuncio del ángel: ¿Cómo será esto?» tuvo como respuesta: «Para Dios nada es imposible» y, como prueba de ello, se le puso el ejemplo de Isabel, que en su vejez había concebido un hijo. María creyó y se convirtió en la Madre del Señor.

Dios es omnipotente: este nombre suyo se encuentra frecuentemente en la Sagrada Escritura y se usa cuando se quiere expresar la potencia de Dios para bendecir, para juzgar, para dirigir el curso de los acontecimientos, para realizar sus designios.

Sólo hay un límite a la omnipotencia de Dios: la libertad humana, que se puede oponer a la suya haciendo al hombre impotente, mientras que estaría llamado a compartir la misma fuerza de Dios.

«Para Dios nada es imposible»

[…] Ésta es una Palabra que nos abre a una confianza ilimitada en el amor de Dios-Padre, porque si Dios es y su ser es Amor, la confianza completa en Él no es más que la consecuencia lógica.
Todas las gracias están en su poder: temporales y espirituales, posibles e imposibles. Y Él las da a quien se las pide, porque, como dice el Evangelio, Él, el padre, «hace salir su sol sobre malos y buenos» y nos pide a todos nosotros que obremos como Él, con el mismo amor universal, sostenido por la fe puesto que:

«Para Dios nada es imposible»

¿Cómo vivir, por tanto, esta Palabra en la vida de cada día? Todos nosotros debemos afrontar de vez en cuando situaciones difíciles, dolorosas, ya sea en nuestra vida personal, o en las relaciones con los demás. Y a veces, experimentamos toda nuestra impotencia porque advertimos en nosotros apegos a cosas y a personas que nos hacen esclavos de vínculos de los que quisiéramos liberarnos. Nos encontramos a menudo ante muros de indiferencia y de egoísmo y sentimos que nos venimos abajo ante acontecimientos que parecen superarnos.

Pues bien, en estos momentos, la Palabra de vida puede ayudarnos. Jesús nos deja hacer la experiencia de nuestra incapacidad, no ya para desanimarnos, sino para ayudarnos a comprender mejor que «Para Dios nada es imposible», para prepararnos a experimentar la extraordinaria potencia de su gracia que se manifiesta precisamente cuando vemos que con nuestras pobres fuerzas no podemos conseguirlo.

«Para Dios nada es imposible»

Si nos repetimos esto en los momentos más críticos, nos llegará de la palabra de Dios esa energía que contiene en sí, haciéndonos participar de algún modo de la misma omnipotencia de Dios. Con una condición, sin embargo, que es que vivamos su voluntad, tratando de irradiar a nuestro alrededor ese amor que está depositado en nuestros corazones. Así estaremos al unísono con el Amor omnipotente de Dios por sus criaturas, para el cual todo es posible, lo que contribuye a realizar sus planes sobre los individuos y sobre la humanidad.
Pero hay un momento especial para poder vivir esta Palabra y para experimentar toda su eficacia: es en la oración.

Jesús dijo que cualquier cosa que pidiéramos al Padre en nombre suyo Él nos la concedería. Intentemos, por tanto, pedirle lo que tenemos más dentro del corazón, con la seguridad de la fe que para Él no hay nada imposible: desde la solución de casos desesperados a la paz del mundo; desde la curación de enfermedades graves a la recomposición de conflictos familiares y sociales.

Si luego, somos más los que pedimos lo mismo, en pleno acuerdo por el amor recíproco, entonces es el mismo Jesús que en medio de nosotros pide al Padre y, según su promesa, lo obtendremos.

Con una fe así en la omnipotencia de Dios y en su amor, nosotros también pedimos un día por N., para que aquel tumor, visto en una radiografía, «desapareciese» o que fuese un error o un fantasma. Y así sucedió.

Esta confianza ilimitada que hace que nos sintamos en los brazos de un Padre al que todo es posible, debe acompañar siempre las vicisitudes de nuestra vida. No quiere decir que siempre obtendremos lo que pedimos. Su omnipotencia es la de un Padre y la usa siempre y solamente para el bien de sus hijos, lo sepan ellos o no. Lo importante es vivir cultivando la seguridad de que para Dios nada es imposible y esto nos hará probar una paz nunca experimentada.

Chiara Lubich

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