De la ponencia de D. Joaquín nos animaba para seguir en esta línea de trabajo por la vida. Es necesario seguir defendiendo la vida en todos los estamentos y ambientes en los que nos movemos. Oírlo nos recordaba las recientes palabras del Santo Padre cuando decía que “entre ciencia y fe hay amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, a través de su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante recorrido de santidad” (Audiencia General del 24 de marzo de 2010).
D. Joaquín partió de la necesidad de recuperar los principios de la bioética a través de una reflexión rigurosa que vaya más allá de la crisis de valores que hoy nos afecta, situación que no es nueva ni peor que muchas otras que hemos vivido a lo largo de la historia del hombre. Es necesario recuperar la referencia moral que vaya más allá de un consenso entre expertos para fundamentar con validez una ética de la vida, una dignidad de la persona que es propio del mismo ser del hombre, de la persona humana. No podemos caer en la trampa de la sociedad de hoy que todo lo relativiza y que trata de de afirmar una dignidad rechazando todos los cimientos ontológicos en los que esta dignidad se tiene que asentar.
El conocimiento científico no puede apoyarse en un consensualismo científico o progresista que si no reconoce la dignidad de la persona como algo intrínseco a su mismo ser persona y cae en el utilitarismo, en poner un precio a la vida, en considerar a la persona como una cosa, que carece de autoconciencia o no ejerce una función social, sería perder de vista lo que hace realmente valioso al hombre frente a otros seres de la creación, dignidad que para nosotros cristianos, afirmaba el Dr. Fernández Crehuet, es precisamente el ser imagen de Dios, seres abiertos al amor que es precisamente lo que que nos hace imagen de Dios, nuestra capacidad de amar.
Terminaba su conferencia animándonos a ser optimistas, a no desanimarnos. Como cristianos tenemos “un algo más” que nos anima a salir a la calle, a iluminar con el Amor nuestros ambientes de trabajo, en la facultad, en la escuela, en la oficina, en la fabrica, en la tienda, en la cola del supermercado, en el ocio, como también animaba D. Javier en sus palabras al final de la conferencia, los cristianos tenemos que llevar los valores del Evangelio de la vida allá donde estemos: ser personas creíbles, alegres, entusiasmadas, que demos envidia.
D. Joaquín, la entrada nos ha quedado un poco larga, pero no nos pesa, pues queríamos darle las gracias por sus palabras, desde el principio nos atrajo el que un profesional de la sanidad, padre de familia, con una solida formación científica, pero sobre todo humana hablara tan claro a favor de la vida. Los cristianos tenemos que recuperar espacios en la opinión pública, en el campo de la investigación, de la cultura… a favor del Evangelio de la Vida, a favor de la vida.
Ya en la catedral, y en un cálido ambiente de familia celebramos c la Santa Misa, verdadera fiesta de la vida. D. Javier nos animó con sus palabras a fundamentar todo el trabajo a favor de la vida en el misterio de la Encarnación del Señor, solo Jesucristo puede iluminar la mente de hombre de hoy. Solo en el hecho de que Dios es amor y el hombre ha sido creado a su imagen y semejanza puede iluminar la identidad profunda de la persona, su vocación al amor.