Esta vocación al amor tiene como fin la libre entrega a otra persona para construir con ella una comunión de personas. La educación, por lo tanto, está orientada a formar a la persona para que sea capaz de vivir la expresión plena de la libertad: entregar la propia vida con el don sincero de sí misma, a imagen de la donación plena que Jesucristo hace permanentemente a la Iglesia.
El lugar propio y más fundamental donde la persona recibe esta educación es la familia. En el clima de confianza propio del hogar, los hijos reciben la experiencia fundamental de ser amados, y son instruidos de modo natural para aprender el significado de la verdad y del bien en sus distintas manifestaciones que les abren a una vida social.
FUENTE: SUBCOMISION PARA LA FAMILIA Y LA DEFENSA DE LA VIDA. CEE.