La luz se manifiesta en las «buenas obras»; resplandece a través de las obras buenas que realizan los cristianos.
Me dirás: pero no sólo los cristianos llevan a cabo «buenas obras». Otros contribuyen al progreso, construyen casas, promueven la justicia…
Tienes razón. Sin duda, el cristiano hace y debe hacer todo esto, pero su función específica no es ésa. Debe llevar a cabo las buenas obras con un espíritu nuevo, ese espíritu que hace que no sea él quien vive en sí mismo, sino Cristo en él.
De hecho, el evangelista no piensa sólo en actos de caridad aislados (como visitar a los presos, vestir a los desnudos o como todas las obras de misericordia actualizadas según las necesidades de hoy), sino que piensa en la identificación total de la vida del cristiano con la voluntad de Dios para hacer de su vida una obra buena.
Si el cristiano lo hace, es «transparente» y la alabanza que se le dará por lo que hace no le llegará a él, sino a Cristo en él, y Dios estará presente en el mundo a través de él. Por lo tanto, la tarea del cristiano es dejar que esa luz que vive en él se vea, ser «signo» de la presencia de Dios entre los hombres.
«Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos».
Si la obra buena de cada creyente tiene esa característica, la comunidad cristiana también debe tener la misma función específica en medio del mundo: revelar a través de su vida la presencia de Dios que se manifiesta allí donde dos o tres están unidos en su nombre, una presencia que se le ha prometido a la Iglesia hasta el fin de los tiempos.
La Iglesia primitiva daba gran importancia a estas palabras de Jesús. Sobre todo en los momentos difíciles. Cuando los cristianos eran calumniados, les exhortaba a que no reaccionaran con violencia. Su comportamiento debía ser la mejor respuesta a la acusación que se les hacía.
En la carta a Tito se lee: «Exhorta a los jóvenes para que sean sensatos en todo. Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros».
«Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos»
Vivir realmente como cristianos es también hoy luz para llevar a los hombres a Dios.
Te cuento un hecho.
Antonietta es de Cerdeña, pero por motivos de trabajo se ha trasladado a Grenoble (Francia).
Trabaja en una oficina en la que muchos no tienen ganas de trabajar. Como es cristiana y ve en cada uno a Jesús a quien servir, ayuda a todos y está siempre tranquila y sonriente. A menudo alguien se enfada, levanta la voz y se desahoga con ella tomándole el pelo: «Ya que tienes tantas ganas de trabajar, toma. i Pasa a máquina mi trabajo también!».
Ella se calla y trabaja duro. Sabe que no son malos.
Seguramente cada uno tiene sus cruces.
Un día en que los demás están ausentes, el jefe se dirige a ella y le pregunta: «¿Cómo es que no pierde nunca la paciencia y está siempre sonriente?». Ella se evade diciendo: «Trato de conservar la calma, de tomar las cosas por el lado bueno».
El jefe da un golpe en la mesa y exclama: «¡ No, seguro que aquí está Dios de por medio! Porque si no, es imposible. ¡Y pensar que yo no creía en Dios!»
Algunos días más tarde a Antonietta la llaman a la dirección, donde le dicen que la trasladan a otra oficina «para que -continúa el director- la transforme igual que ha hecho con ésta».
«Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos»
Palabra de vida, agosto 1979; publicada íntegramente en: CHIARA LUBICH, Palabras para vivir, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1981, pp. 31-34.