Si en nuestras familias ponemos en práctica lo de servir, es como abrir la puerta y las ventanas de nuestras casas, y dejar que entren aires nuevos, aunque pueda parecer que no esta de moda e incluso algún “progre” pudiera llegar incluso a decir que así no nos desarrollamos como personas, ¡qué gran gimnasia es lo de servir para que nuestras familias estén ágiles y vivan, o dicho de otra manera: “Que cada uno ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido” con un espíritu generoso”.
Lo cierto que el que sirve no hace ruido, pero que bien hace, y como se nota cuando a tu alrededor alguien “sirve”. En una familia es tan natural buscar el bien de todos, que escuela de humanidad cuando nos ayudamos los unos a los otros a salir de nosotros mismos, que es en definitiva servir: “cada uno tenemos un don”. ¡Cómo serían nuestras familias si cada uno de sus miembros, desde los niños hasta los adultos, hiciéramos todo lo que podamos para poner a disposición de los demás nuestros dones. Y todos tienen dones, hasta los más pequeños.
“Que cada uno ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administraciones de las diversas gracias de Dios (1 P 4, 10)” Resplandecería al amor más genuino y puro, el diamante que todos buscamos y si sabemos que este es el resultado ¿Por qué no poner todo de nuestra parte para conseguirlo?