Realmente interesante la aportación del Monseñor Celli, presidente del Consejo Pontificio de las Comunicaciones, al VI EMF de México; con la que ilustraba el desafío educativo que plantea la era de la comunicación a la familia y que es uno de los retos más serios que tiene que afrontar, pero no solo la familia, sino también la Iglesia y la misma sociedad.
Sería engañoso pensar que como familia no nos afectan las nuevas tecnologías, de que somos inmunes en cuanto a la formación de las nuevas generaciones y autosuficientes para la transmisión de los valores humanos y cristianos a nuestros hijos. Aún peor si pensamos que estos se pueden formar con ellos. Tampoco es solución rechazarlos y aislarnos y vivir de espaldas a la época que nos ha tocado vivir.
Es en este momento histórico en el que Dios nos ha puesto, y por lo mismo no podemos vivir de espaldas y ajenos a la cultura de nuestro tiempo, sino que tenemos que prepararnos y participar de una manera activa, llevando los valores del Evangelio de Jesús a través de ellos.
En la familia, en nuestros grupos y comunidades parroquiales, se deben habilitar espacios donde se pueda aprender a filtrar, a seleccionar lo que nos llega a través de los medios de comunicación. Es necesario entrar en diálogo con la cultura y el mundo.
En la familia se debe de acompañar a los niños y enseñarles a hacer un uso adecuado de todos estos medios, hay que ayudar a las familias a formar personas libres y responsables, que sean participantes activos en estos medios y “apóstoles de la Palabra” en la cultura digital.
En la familia se debe de acompañar a los niños y enseñarles a hacer un uso adecuado de todos estos medios, hay que ayudar a las familias a formar personas libres y responsables, que sean participantes activos en estos medios y “apóstoles de la Palabra” en la cultura digital.
Urgía Monseñor Celli en lo importante que es, que la sociedad apoye a las familias para que los nuevos medios promuevan una cultura de respeto, diálogo y amistad, que haga de sus miembros verdaderos protagonistas de los mismos y puedan compartir con sus contemporáneos su vida de fe.