La primera actitud de los cristianos ante la noticia de la renuncia del Santo Padre es una acción de gracias inmensa por su vida, gastada, con una generosidad heroica, al servicio del Señor y de su Iglesia.
La misma declaración en la que comunica la renuncia es un gesto supremo de libertad, de humildad y de donación.
Por lo que respecta al tiempo que ahora se abre, es para los fieles un tiempo de oración intensa y de confianza plena en el Señor de la Iglesia, en Jesucristo vivo y resucitado, y en el Espíritu Santo, que es su alma y quien la rige.
Es el momento de recordar la promesa del Señor: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Y por eso el futuro de la Iglesia está en sus manos (que son las mejores manos), y no depende de los cálculos y estrategias de los hombres, y ni siquiera de nuestras cualidades medidas con medidas humanas. Las voces del mundo alzarán ahora su guirigay habitual de cábalas y especulaciones, en claves políticas, que son las que entienden. Pero para los cristianos es momento de centrarnos en la oración, y de cuidar, suplicando la ayuda de Dios, la comunión, la esperanza y la fe.
Javier Martínez Arzobispo de Granada