No defraudó D. Javier con su conferencia, hizo que vibráramos oyendo sus palabras y que el lema “Crecer en familia” adquiriera el sentido que queríamos que tuviera. Comenzó con un bello proverbio africano que pasó continuación a explicar y sobre el que giró el argumento central de su conferencia “Hace falta toda una tribu para educar a un niño”.
Comenzó argumentando la dificultad de educar en una sociedad donde han desaparecido las “tribus”, un mal que va más allá de nuestra sociedad española y que abarca a toda la civilización occidental, sin entrar en el debate de la educación actual o el derecho de los padres a la educación de sus hijos, buscar un camino en esta encrucijada cultural en la que nos encontramos, es prácticamente una empresa imposible. Hoy podemos hablar de un fracaso masivo de las pedagogías, habiendo muy buenos docentes y pedagogos. Un estado que pretende educar sin la “tribu” (sin la familia, o para nosotros cristianos, sin la gran familia que es la Iglesia).
Siguió su argumento partiendo de que no puede haber educación que no suponga, exprese y contribuya a la transmisión de una tradición. Pretender educar sin tradición es caer en la ignorancia o en la ingenuidad, aun más cuando el que educa, es un estado que quiere destruir cualquier realidad estable. Y sin estas realidades, realidades que realmente interesen a la persona, no se puede educar. El mismo mundo cristiano cuantas veces ha caído en la tentación de abandonar lo suyo característico, su tradición cristiana, para ir de acuerdo con la cultura dominante.
Una familia educa cuando lo hace desde la perspectiva de lo que realmente merece la pena, cuando reconoce lo bello y hermoso que hay en cada persona, cuando ayuda a cada uno de sus miembros a introducirse en la realidad de la vida en lo que realmente importa formando personas autónomas. Aprender de forma inteligente que nosotros no somos dueños de nuestra propia vida: la vida es un don, un regalo, un milagro. Y una familia cristiana, es cristiana en lo cotidiano, en la vida, caminar detrás de otro. Y el Otro al que la familia cristiana sigue no es otro que Jesucristo. La tribu que puede hacernos “crecer en familia” para nosotros es la Iglesia, Iglesia que para nosotros no es otra cosa que la atmósfera que respiramos, esa presencia real de Jesucristo presente en ella, en el Santo Padre, en nuestro obispo, en nuestra comunidad, Iglesia que se realiza en el Misterio Eucarístico.
Costaba trabajo tomar apuntes, pues parecía que escribir hacía que perdiera parte de lo que D. Javier esta compartiendo. No era una teoría, era una experiencia de vida, una adhesión total a Jesucristo que se hace presente en la Eucaristía y que da sentido a la vida, a toda vida.
Y donde se genera y regenera nuestra “tribu” es en la Eucaristía. Aquí ya era tal la sintonía con lo que D. Javier estaba compartiendo que cuesta trabajo recoger con letras cuando nos decía que «la Eucaristía es la escuela del matrimonio y de la familia” que nos abre a la única y verdadera realidad. La eucaristía es la verdadera escuela católica. Sentirnos amados por Jesucristo, mirar al mundo con el mismo amor con el que nos sentimos amados. Tener la seguridad de ser amados. Tenemos que recuperar la conciencia de que la vida misma de la Iglesia educa, confrontar nuestra vida con la Vida y en la verdadera escuela que es la Eucaristía.
Gracias D. Javier por habernos hecho vibrar con sus palabras. Sentimos que esta no es una experiencia que podamos hacer solos, tenemos que entusiasmar, con la alegría que nace de la esperanza, a nuestras familias, a nuestras comunidades y grupos, a la Iglesia. Una esperanza que nace de la seguridad de sentirnos amados inmensamente por Dios.