El Santo Padre invita a rezar por los pasajeros y la tripulación del avión desaparecido en Malasia
A las 12 de esta mañana, II domingo de Cuaresma, el Santo Padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el ángelus con los numerosos fieles reunidos en la plaza de san Pedro.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
hoy el Evangelio nos presenta el evento de la Transfiguración. Es la segunda etapa del camino cuaresmal: la primera, las tentaciones en el desierto el domingo pasado; la segunda: la Transfiguración. Jesús «tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte, sobre el monte» (Mt17,1). La montaña en la Biblia representa el lugar de la cercanía con Dios y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la oración, donde estar en la presencia del Señor. Allí arriba en el monte, Jesús se muestra a los tres discípulos transfigurado, luminoso, preciso; y después aparecen Moisés y Elías, que conversan con Él. Su rostro es tan resplandeciente y sus ropas tan cándidas, que Pedro se queda estupefacto, tanto que quisiera quedarse así, casi parar ese momento. Pero enseguida resuena de lo alto la voz del Padre que proclama a Jesús su Hijo predilecto, diciendo: «Escuchadlo» (v.5). Esta palabra es importante ¿eh? nuestro Padre que ha dicho a estos apóstoles y también nos dice a nosotros ‘escuchad a Jesús, porque es mi Hijo predilecto’. Tengamos esta semana esta palabra en la cabeza y en el corazón. Escuchad a Jesús. Y esto no lo dice el Papa, lo dice Dios Padre, a todos, a mí, a vosotros, a todos, a todos. Es como una ayuda para ir adelante en el camino de la cuaresma. Escuchad a Jesús, no lo olvidéis.
Es muy importante esta invitación del Padre. Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, es necesario estar cerca de Él, seguirlo, como hacían las multitudes del Evangelio que le perseguían por las calles de Palestina. Jesús no hacía una cátedra o un púlpito fijo, sino que era un maestro itinerante, que proponía sus enseñanzas, que eran las enseñanzas que le había dado el Padre, a lo largo de las calles, recorriendo viajes no siempre predecibles y a veces poco fáciles. Seguir a Jesús para escucharlo, pero también escuchamos a Jesús en su palabra escrita, en el Evangelio. Os hago una pregunta, ¿vosotros leéis todos los días un paso del Evangelio? ¡Sí, no, sí, no! ¡Mitad y mitad! ¿Eh? Algunos sí, algunos no. Pero es importante. ¿Vosotros leéis el Evangelio? Es bueno, es algo bueno, tener un pequeño Evangelio, pequeño, y llevarlo con nosotros en el bolsillo, en el bolso y leer un pequeño paso en cualquier momento del día, tomar del bolsillo el Evangelio y leer algo, un pequeño paso. Y ahí es Jesús que nos habla, en el Evangelio. Pensad esto, no es difícil ni tampoco necesario que sean los cuatro, uno de los Evangelios, pequeñito, con nosotros siempre el Evangelio, porque es la Palabra de Jesús, para poder escucharlo.
De este episodio de la Transfiguración quisiera coger dos elementos significativos, que sintetizo en dos palabras: subida y bajada. Nosotros necesitamos ir aparte, ir sobre la montaña en un espacio de silencio, para encontrarnos a nosotros mismos y percibir mejor la voz de Señor. ¡Pero no podemos quedarnos ahí! El encuentro con Dios en la oración nos empuja nuevamente a «bajar de la montaña» y volver a lo bajo, en la llanura, donde encontramos a tantos hermanos cansados de fatigas, enfermedades, injusticias, pobreza material y espiritual. A estos hermanos nuestros que están en dificultad, estamos llamados a llevar los frutos de la experiencia que hemos hecho con Dios, compartiendo con ellos los tesoros de gracias recibidas. Y esto es curioso ¿eh? Cuando nosotros escuchamos la Palabra de Jesús y la tenemos en el corazón, esa palabra crece, y ¿sabéis cómo crece? Dándola al otro, la Palabra de Cristo en nosotros crece cuando nosotros la proclamamos, cuando nosotros la damos a los otros. Y esta es la vida cristiana, es una misión para toda la Iglesia, para todos los bautizados, para todos nosotros. Escuchar a Jesús y ofrecerlo a los otros. No olvidar esta semana escuchar a Jesús. Y pensad en eso del Evangelio. ¿Lo haréis? ¿Haréis eso? ¿eh? Después el próximo domingo me diréis si habéis hecho esto de llevar un pequeño Evangelio en el bolsillo o el bolso para leer un pequeño paso en el día.
Y ahora dirijámonos a nuestra Madre María y confiémonos a su guía para proseguir con fe y generosidad el itinerario de la Cuaresma, aprendiendo un poco más a «subir» con la oración y a «bajar» con la caridad fraterna.
Tras la oración del ángelus el Santo Padre ha añadido:
Hermanos, hermanas, ¡Os saludo a todos vosotros, queridos fieles de Roma y peregrinos!
Saludo a los peregrinos de Valencia, España; como también a los grupos procedentes de Mannheim (Alemania) y Skara (Suecia).
Saludo y doy gracias a las bandas y corales venidos de Piomonte, Liguria, Emilia y Toscana con algunas Autoridades civiles.
Una palabra va a la Comunidad Papa Juan XXIII, fundada por Don Oreste Benzi, que el próximo viernes, por la noche, guiará por las calles del centro de Roma un «Vía Crucis» especial para las mujeres víctimas de la trata. ¡Son buenos estos!
Os invito a recordar en la oración a los pasajeros y tripulación de avión de Malasia y sus familiares. Estamos cerca de ellos en este difícil momento..
A todos os deseo un feliz domingo y buena comida. ¡Hasta la vista!