8. Defensa de cada vida
Stanislaw Dziwisz
Puedo afirmar con todo el convencimiento que precisamente los niños, los ancianos y enfermos han sido como la «niña de sus ojos» para el Siervo de Dios Juan Pablo II. No recuerdo ninguna visita suya como Obispo de Cracovia, ni ningún viaje como Papa, en los que no haya tenido algún encuentro con los niños o con los enfermos, programados o fuera de programa; con frecuencia en casas, escuelas, hospitales, centros asistenciales, hospicios, o sencillamente en las Iglesias o plazas. Juan Pablo II se dirigía hacia los niños y ancianos no porque quedara bien cara a la opinión pública, sino porque de este modo manifestaba su cariño humano y su caridad sacerdotal.
Una de las asistentes sociales que acompañó en cierta ocasión al Cardenal Wojtyla a visitar a unas personas enfermas, comentó: «Ese día, dio la casualidad que al final del programa de visitas nos encontramos con una madre de dos hijas, de 42 años y operada de cáncer de cerebro. La enferma ese día se encontraba peor y no tenía fuerzas para sentarse. El Señor Cardenal se inclinó sobre la cama y con gran afabilidad escuchaba cómo la mujer le contaba sus sufrimientos. Estaba muy conmovido por la situación y los sufrimientos de esa mujer. Me di cuenta -comentaba- que por su frente corrían gotas de sudor y la venas del cuello se veían pulsar. Con su mano secaba las lágrimas que corren por la cara de la enferma y besaba su frente». Después de la conversación con la madre, se detuvo con una de las hijas que también estaba enferma, paralítica como consecuencia de la enfermedad de Heine-Medina.
Entre los problemas que al Santo Padre le dolían de forma especial era la cuestión de la anticoncepción y del triste pecado que clama al cielo, asesinato de niños o es decir del aborto. El Papa hablaba de esto con valentía. Además, tomó decisiones concretas sobre este asunto. Como ejemplo puedo citar que organizó en las Diócesis las llamadas «Residencias de madres solas» o en las que cada mujer que espera un hijo y se encuentra en difícil situación (sin tener en cuenta su manera de pensar o su religión) puede encontrar ayuda adecuada.
Stanislaw Dziwisz
Puedo afirmar con todo el convencimiento que precisamente los niños, los ancianos y enfermos han sido como la «niña de sus ojos» para el Siervo de Dios Juan Pablo II. No recuerdo ninguna visita suya como Obispo de Cracovia, ni ningún viaje como Papa, en los que no haya tenido algún encuentro con los niños o con los enfermos, programados o fuera de programa; con frecuencia en casas, escuelas, hospitales, centros asistenciales, hospicios, o sencillamente en las Iglesias o plazas. Juan Pablo II se dirigía hacia los niños y ancianos no porque quedara bien cara a la opinión pública, sino porque de este modo manifestaba su cariño humano y su caridad sacerdotal.
Una de las asistentes sociales que acompañó en cierta ocasión al Cardenal Wojtyla a visitar a unas personas enfermas, comentó: «Ese día, dio la casualidad que al final del programa de visitas nos encontramos con una madre de dos hijas, de 42 años y operada de cáncer de cerebro. La enferma ese día se encontraba peor y no tenía fuerzas para sentarse. El Señor Cardenal se inclinó sobre la cama y con gran afabilidad escuchaba cómo la mujer le contaba sus sufrimientos. Estaba muy conmovido por la situación y los sufrimientos de esa mujer. Me di cuenta -comentaba- que por su frente corrían gotas de sudor y la venas del cuello se veían pulsar. Con su mano secaba las lágrimas que corren por la cara de la enferma y besaba su frente». Después de la conversación con la madre, se detuvo con una de las hijas que también estaba enferma, paralítica como consecuencia de la enfermedad de Heine-Medina.
Entre los problemas que al Santo Padre le dolían de forma especial era la cuestión de la anticoncepción y del triste pecado que clama al cielo, asesinato de niños o es decir del aborto. El Papa hablaba de esto con valentía. Además, tomó decisiones concretas sobre este asunto. Como ejemplo puedo citar que organizó en las Diócesis las llamadas «Residencias de madres solas» o en las que cada mujer que espera un hijo y se encuentra en difícil situación (sin tener en cuenta su manera de pensar o su religión) puede encontrar ayuda adecuada.