LA SANTIDAD AL ALCANCE DE TODOS.
Hay gigantes en esto de amar, verdaderos genios en esto de amar a los demás, de dar la vida por los demás. En estos días vamos a participar con gozo en la beatificación de fray Leopoldo, experto en vivir de la providencia y que sabía como “abrir las manos de Dios”; como buen hijo, siempre se dirigía a la Madre como la puerta segura para llegar a Dios.
Cómo un pequeño homenaje a Fray Leopoldo de Alpandeire nos viene a la mente una meditación de Chiara Lubich en la que habla de los santos. Al leerla, sin quererlo, nos viene a la mente la imagen de Fray Leopoldo, quien supo vivir el camino de santidad de forma sencilla, sin ruidos, un camino al alcance de todos.
LOS SANTOS.
Los santos son grandes
porque habiendo comprendido la grandeza del Señor,
se juegan por Dios, como hijos suyos,
todas sus cosas.
Dan sin pedir nada a cambio.
Dan la vida, el alma, la alegría,
todo vínculo terreno, toda riqueza.
Libres y solos
lanzados al infinito,
esperan que el Amor los introduzca
en los Reinos Eternos; pero ya en esta vida
siente llenarse el corazón de amor,
del verdadero amor, del único amor
que sacia, que consuela,
de ese amor que rompe
los parpados del alma y da
lágrimas nuevas.
¡Ah! Ningún hombre sabe lo que es un santo.
Ha dado y ahora recibe;
y un flujo continuo
pasa entre cielo y tierra,
une la tierra al cielo
y fluye del abismo
ebriedad rara, linfa celestial,
que no se detiene en el santo,
sino que pasa sobre los cansados, los mortales,
los ciegos y paralíticos del alma,
y traspasa y rocía,
alivia, atrae y salva.
Si quieres saber que es el amor
pregúntaselo al Santo.