¿Qué dices de esto?
¡Son palabras con exigencias tremendas, radicales, jamás oídas! Y sin embargo aquel Jesús que declaró indisoluble el matrimonio y mandó amar a todos y en modo particular a los padres, ese mismo Jesús ahora pide poner en segundo lugar todos los afectos bellos de la tierra cuando son un impedimento al amor directo e inmediato a EL Sólo Dios podía pedir tanto.
Jesús de hecho arranca a los hombres de su modo natural de vivir y quiere que ante todo estén unidos a El, para poder construir sobre la tierra la fraternidad universal.
Por esto, donde encuentra un obstáculo a su proyecto “corta” y en el Evangelio habla de “espada”, en sentido espiritual se entiende.
Y llama muertos a los que no han sabido amarle más que a la madre, que a la esposa, más que a la vida. ¿Recuerdas aquel hombre que le pidió poder enterrar a su padre antes de seguirle? Y justamente a él Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (Lc 9, 60).
Tal vez ante tanta exigencia habrás sentido un escalofrío de miedo; quizás habrás pensado relegar estas palabras de Jesús a su época, o destinarlas a los que le deben seguir de un modo particular.
Te equivocas. Estas palabras son validas para todas las épocas, también para la actual y sirven para todos los cristianos, también para ti.
Con los tiempos que corren se te pueden presentar muchas ocasiones para poner en práctica la invitación de Cristo.
¿Estás en una familia donde se impugna el cristianismo? Jesús quiere que tú lo testimonies con tu vida y en el momento oportuno con la palabra, incluso a costa de ser escarnecido o calumniado.
¿Eres madre y tu marido te invita a interrumpir la maternidad? Obedece a Dios y no a los hombres.
¿Un hermano te quiere introducir en ambientes con fines no muy claros o incluso reprobables? Recházalo.
¿Hay alguien de los tuyos que te invita a aceptar dinero poco limpio? Mantén tu honestidad.
¿Toda tu familia quiere envolverte en un relajamiento mundano? Corta, para que Cristo no se aleje de ti.
“Si alguno viene a mí y no pospone padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas e incluso la propia vida, no puede ser mi discípulo”
¿Eras de una familia poco creyente y el hecho de tu conversión a Cristo ha provocado divisiones? No te alarmes. Es un efecto del Evangelio, ofrece a Dios el dolor de tu corazón por aquellos que amas, pero no cedas. ¿Cristo te ha llamado de modo particular, y ahora ha llegado el momento en el que tu donación total requiere el dejar padre y madre, e incluso el renunciar a la novia?
Realiza tu elección.
Quien no lucha no obtiene la victoria.
“Si alguno viene a mí y no pospone padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas e incluso la propia vida, no puede ser mi discípulo”
“…e incluso la propia vida”.
¿Estáis en tierra de persecución y el exponerte por Cristo pone en peligro tu vida? Ten valor. A veces nuestra fe puede pedir también esto. No ha terminado completamente en la Iglesia la época de los mártires.
Cada uno de nosotros, en su existencia, se encontrará que tiene que elegir entre Cristo y todo lo demás para seguir siendo un cristiano auténtico. Por tanto también te tocará a ti.
No tengas miedo. No tengas miedo por la vida: mejor es perderla por Dios que no volver a encontrarla. La otra Vida es una realidad.
Y no tengas miedo por los tuyos. Dios los ama. Un día –si tú los sabes posponer a El– pasará a su lado y los llamará con las palabras fuertes de su amor. Y tu les ayudarás a llegar a ser contigo verdaderos discípulos de Cristo.
Chiara Lubich