Mensaje del arzobispo D. Javier Martínez, en el que se dirige a las familias en el contexto actual de pandemia, así como a todas las personas católicas y no católicas, creyentes y no creyentes, con la invitación de vivir como hermanos y vencer el individualismo, recordando la tarea de la vida, que es la de vivir en el amor, la bondad y el afecto unos con otros.
«Queridos hermanos y amigos, católicos y no católicos, cristianos o no cristianos, creyente o no creyentes.
Todos sufrimos las mismas consecuencias del virus, que no distingue entre unos y otros. Todos estamos en la misma barca, como dijo por primera vez el Santo Padre en los comienzos de la pandemia. Y todos estamos llamados a ser hermanos unos de otros, a vivir en este tiempo especialmente duro con la mano tendida, dispuestos a ayudar a cualquiera que se cruce con nosotros, a cualquiera que pueda tropezarse por un momento en el camino de la vida. Porque todos estamos llamados a vivir como hermanos.
Me dirijo especialmente a las familias, a los matrimonios. Yo sé que la dureza de este tiempo repercute. Repercute en nuestra psicología, exactamente igual que repercute en nuestro cuerpo. Pero ver la tristeza de las ciudades apagadas, de las plazas con los comercios cerrados, del silencio y de la escasez de las personas por las calles, todo eso genera una actitud o aumenta la actitud del miedo que el virus ya por sí mismo extiende y propaga.
Tenemos que resistirnos a los efectos sobre todo que el temor al virus pueda generar en nuestra psicología. Sobre todo, era un mal ya en la cultura en la que vivíamos, de la civilización que habíamos construido entre todos. Era una civilización individualista, donde cada uno miraba por su propio interés o por su propio bien, en primer lugar, antes que preocuparse del bien de los demás. Y eso, en estas circunstancias, difíciles –especialmente difíciles-, que ponen a prueba la resistencia de nuestro corazón y de nuestra vida, tiende a agudizarse, y eso hace que cosas que han permanecido, o se toleraban o se aceptaban en la vida de la familia, en el ritmo de vida que teníamos antes, ahora a lo mejor tienden a explotar, tienden a adquirir una dureza que ni siquiera nosotros nos imaginábamos. Tenemos que resistirnos a eso.
Sencillamente, pedirLe al Señor. Estamos hechos para el amor. Estamos hechos para la luz. Estamos hechos para vivir con afecto y mirarnos con afecto unos a otros. La vida, la tarea de la vida es justamente esa. Más que ganar dinero o más que acumular la posibilidad de comprar cosas, más que ser consumidores. Estamos hechos para el amor, para el afecto, para la bondad de unos con otros.
Que el Señor nos ayuda a todos a ser instrumentos y testigos de esa bondad que es más fuerte que el virus.
Que seamos propagadores del amor que es lo único que hace que tenga sentido la vida humana.»
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
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