Santo Padre:
Con inmensa gratitud y alegría los obispos españoles queremos agradecerle esta paternal acogida con ocasión de la visita ad limina apostolorum, precisamente en estos días en que se cumple vuestro primer año de Pontificado, por el que le felicitamos y damos gracias al Señor. Pedimos al Señor que le colme de sus dones y conforte con el amor y obediencia de todos los que formamos la Iglesia de Cristo.
Es imposible no evocar la visita ad limina que realizamos en los últimos días del beato Juan Pablo II, que, a pesar de sus enormes dificultades de salud, quiso acogernos con su generosa disponibilidad. También resuenan aún en nuestro recuerdo sus palabras de despedida en España en mayo del año 2003 que, a modo de lema, nos dejó al finalizar la canonización de cinco santos españoles del siglo XX en la madrileña Plaza de Colón: «España evangelizada y España evangelizadora».
Hoy, Santo Padre, nos alegra encontrarnos con un Papa que nos conoce, conoce a España y a la Iglesia en España, tanto en su historia bimilenaria como en el presente. No olvidamos los Ejercicios que nos predicó a los obispos españoles en 2006, año en que participó también en el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia.
En los años transcurridos desde la última visita ad limina hasta hoy, evangelizar en la hora presente de España ha sido el gran leitmotiv de nuestros afanes apostólicos. La experiencia de conversión vivida en el gran Jubileo del año 2000 ha impulsado y fortalecido nuestra convicción de que sólo el Evangelio de Cristo puede sanar y potenciar espiritualmente a nuestra sociedad española tocada y tentada en su mismo fundamento por la concepción secularista y materialista de la vida. La predicación, la catequesis y la educación en la fe han sido una preocupación constante, junto con la necesidad, sentida con mucha urgencia, de ayudar a nuestros cristianos a hacerse presente en los ambientes de la cultura, la universidad y la escuela, y, de un modo más acuciante, en el campo del matrimonio, de la familia y de la vida y de las antiguas y nuevas pobrezas que emergieron con fuerza en los años de crisis que estamos atravesando y que constituyen un gran reto a la caridad de la que nuestras iglesias quieren ser -¡y lo son!- testimonio viviente. Nuestra sociedad ha cambiado profundamente debido a la emigración de millones de nuevos ciudadanos, emigración, en una mayoritaria medida, venida de los países y naciones hermanos de Latinoamérica.
Somos muy conscientes de que esta nueva situación española, con retos semejantes a otros países de Europa, nos exigen como pastores promover y suscitar una nueva cosecha de evangelizadores. De ahí, nuestra preocupación por las vocaciones al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada y al laicado apostólicamente comprometido según las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior. Nuestra preocupación por las iglesias que el Señor nos ha confiado es vivida en el horizonte de la misión ad gentes, conscientes de la responsabilidad que tenemos con todas las iglesias y de la proyección misionera que caracteriza a la Iglesia en España.
Los jóvenes han constituido una preocupación constante y acuciante en nuestra acción pastoral de estas últimas décadas. La Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid ha sido, a la vez, fruto y estímulo para continuar profundizando y renovando nuestra pastoral juvenil. El Papa Benedicto XVI la alentó, como lo hizo también en su viaje a Valencia, a Santiago de Compostela y a Barcelona.
Al tiempo que le agradecemos, Santo Padre, la acogida de este momento tan significativo como obispos de la Iglesia, que ejercen su ministerio cum Petro et sub Petro, queremos también darle gracias por su magisterio: Por su primera encíclica Lumen Fidei y por las orientaciones programáticas de la exhortación Evangelii Gaudium, que trataremos de llevar al corazón de nuestro empeño pastoral en la Conferencia Episcopal Española y en cada una de nuestras iglesias particulares.
El gozo del Evangelio que, como Vicario de Cristo, enseñáis, testimoniáis e irradiáis, queremos hacerlo nuestro para la hora actual, tan exigente, de España: de nuestras familias y comunidades, de sus niños y jóvenes, de sus ancianos, y de todos los que más necesitan descubrir la alegría y la fuerza de la fe: los enfermos y los emigrantes, los que no encuentran un puesto de trabajo o viven en condiciones que no son dignas de la condición humana. Queremos también que vuestra entrega a la Iglesia nos sirva para que el amor de Cristo que la hace posible nos sostenga en la unidad de una fe y de una caridad cristiana que viene de siglos y que no queremos perder. A este respecto, y dada la presencia de todos los obispos españoles en este encuentro, me hago portavoz de nuestro deseo común, que refleja el de nuestras iglesias, de invitaros a visitar España y confirmar a nuestro pueblo en la fe apostólica. El V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, Santa española y universal si los hay, nos ofrece una oportunidad de excepcional valor evangelizador.
¡Bendíganos!