SOBRE SAN JOSÉ

Ha sido sugerencia del Papa Francisco, convocar un año de San José por la celebración del 150 aniversario de su patronazgo de la Iglesia Universal.

Y realmente ha sido todo un regalo esa Carta Apostólica “Patris Corde” (Con corazón de Padre). Cuando empecé a leerla me animó a mirar hacia atrás, y leer lo que otros papas habían escrito también sobre la figura de San José. Me centré en la Exhortación Apostólica de San Juan Pablo II “Redemptoris Custos” (Custodio del Redentor) de 1989. Y puedo decir que ha sido todo un regalo su lectura.

Por ello les quiero, en primer lugar invitar a que ustedes hagan lo mismo, leer los documentos de los papas, que se enriquecerán de sus contenidos y les fortalecerán en la fe.  Y, en segundo lugar, iré esbozando, en esta primera reflexión, los contenidos de “Redemptoris Custos” con el deseo de invitar a su lectura.

Nos dice el Papa San Juan Pablo II que José, es el hombre de la obediencia de la fe. Si en María hay una respuesta explicita a la petición del ángel: “Fiat”(hágase), en José hay una respuesta implícita en su actitud a seguir y en su obrar a lo largo de toda su vida. Podemos descubrir la “conexión” entre José y María en la respuesta a Dios: “hacer su voluntad”.  José no verbaliza demasiado sus respuestas, pero si actúa obedeciendo siempre, así es como participa de la fe y sostiene a María en la fe de la divina anunciación.

El matrimonio de José y María es fundamento de paternidad y esta se realiza en la familia. El hijo de María (el Hijo de Dios) también es hijo de José en virtud del vínculo matrimonial que les une. No tanto en lo ritual o material sino en la unión espiritual que había entre ellos, en la unión del deseo de sus corazones, del consentimiento de sus vidas.

Así nos dice el Papa, el matrimonio de José y María es el vértice desde donde se esparce la Santidad sobre toda la tierra en contraposición a la pareja de Adán y Eva por los cuales se inundó el mundo de mal.

De esta unión virginal y santa se manifiesta la voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y de vida. Donde se recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor.

José es llamado por Dios para servir a la persona y la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad. Toda la vida de Jesús fue confiada a su custodia. Dios dota del amor y las capacidades necesarias a José como para poder realizar la misión encomendada.

Se convierte así José en testigo privilegiado, al igual que María, del nacimiento del Hijo de Dios, de la adoración de los pastores, de la adoración de los magos.

Corresponde a José, como deber de padre, el rito de la circuncisión del hijo. Es a José a quien se le encomienda le ponga el nombre a ese que va a nacer. A él también le corresponde la búsqueda y el rescate del hijo perdido, que aunque le recuerde quien es su Padre, a él esas palabras le ratificarán en su misión ser custodio y cuidador de él. Es custodio en la emigración y la vuelta de Egipto; y cuidador al educar y mantener en todo a Jesús.

Digamos por tanto, que José “hizo”, y es testimonio de hombre justo y fiel a una vocación, la paternidad.

El ángel se dirige a José en condición de esposo de la Virgen de Nazaret, lo que nos muestra un “vinculo esponsal querido por Dios”. José es obediente al Espíritu y encontró justamente en él la fuente del amor, de su amor esponsal de hombre pero que fue más grande que el que puede brotar de un corazón humano.

No tenemos en los evangelios palabra alguna de José, pero su silencio nos habla de algo muy grande, de uno de los testimonios más importantes a cerca del hombre y su vocación. José aceptó y decidió no estropear el plan de Dios y el vínculo de la caridad fue constitutivo de su hacer familia. Comprendió la propuesta del Ángel de acoger a María y respetar su pertenencia exclusiva a Dios.

En la familia de Nazaret, la forma humana de la familia del Hijo de Dios, José es el padre  y aunque no generativo, si posee la plenitud del sentido, de la misión y la autenticidad de la paternidad humana en la familia. Esto es posible gracias al regalo del Espíritu “la obediencia de la fe” en José.

En José se percibe la virtud de la laboriosidad, algo que él trasmite a Jesús. El trabajo es un bien para el hombre, transforma la naturaleza y hace al hombre “en cierto sentido más hombre”. Con él se puede santificar la vida cotidiana, y se alcanza esta santificación con actitudes comunes, humanas, sencillas pero verdaderas y autenticas. Todo esto, José fue mostrándolo a Jesús.

José es de vida interior, de contacto cotidiano con el misterio, de él le llegan los mandatos verdaderos y desde donde surge la lógica y la fuerza para las grandes decisiones. De la disponibilidad de ánimo para dedicarse a las cosas de Dios se desprende el ejercicio de la devoción por él y por su voluntad.

El amor paterno y el amor filial se encuentran en José manifiestamente explicito y con influencias para con él y toda la familia. Descubrimos que José experimentó el amor a la verdad a la par que la exigencia del amor.

Podemos concluir diciendo casi una definición de José: el hombre de la disponibilidad absoluta para servir fielmente a la voluntad salvífica de Dios revelada en Jesús.

            Son muchas y diferentes las aplicaciones de esta exhortación a la figura paterna y a la familia, en nuestro tiempo actual, aunque eso ya es tarea de cada uno que lo quiera implantar en su vida. Lo que sí es seguro, es que será de una riqueza infinita.

Les emplazo a poder continuar esta reflexión sobre la Carta Apostólica “PATRIS CORDE”, del Papa Francisco en la siguiente entrega.                             

Antonio Luis Martín, Consiliario de la Delegación Pastoral Familiar.

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