MARCO RONCALLI CUENTA: MI TÍO, EL SANTO…

El sobrino de Juan XXIII, uno de los biógrafos del «Papa Bueno», narra recuerdos de familia, testimonios y los 30 años de estudio dedicados a su tí­o que será canonizado el 27 de abril
Marco Roncalli era solo un niño cuando en su casa ya se respiraba el perfume de santidad del tío sacerdote, Angelo Giuseppe, futuro Juan XXIII. Un perfume que se ha quedado impreso en su alma y ha marcado toda su vida. Tanto que, después de la licenciatura, decidió dedicarse por más de 30 años a un estudio apasionado de la gran figura del este Pontífice revolucionario que, el próximo 27 de abril, será elevado a los honores de los altares junto con Juan Pablo II. Hoy, uno de los sobrinos de Juan XXIII, presidente de la Fundación Papa Juan XXIII, es uno de los máximos expertos del «Papa Bueno», gracias también al testimonio del cardenal Loris Capovilla, secretario particular de Roncalli y hombre más cercano a él, que ha acompañado sus años de estudio. Estudios que se han traducido en innumerables publicaciones editoriales: la última, en orden cronológico, es el libro «Papa Juan. El Santo», editado en Italia por San Pablo, y publicado entre otros, en Francia, España, Alemania y Polonia. A continuación, la entrevista de ZENIT a Marco Roncalli.
¿Qué significa para usted y para su familia tener un santo en casa?
Marco Roncalli: Es un momento de alegría compartida, en familia, en la parroquia, en la diócesis, pero también en la comunidad civil… Puedo sentirla, es más, debería sentirla como una invitación a una mayor responsabilidad. Pero esto vale no solo para mí o para mi familia. El santo, como decía un gran jesuita Xavier Léon-Dufour, es antes que nada un llamamiento y una pregunta: «Para quien no detiene su mirada al hombre o al héroe, el santo se hace palabra de Dios. Es un éxito de Dios. Dios ha conseguido, con la tierra con la que somos hechos,  plasmar un ser en el que la gracia ha sobreelevado la fuerza de la naturaleza»… Creo que la frase pueda aplicarse muy bien a Juan XXIII.
El Papa bueno, el Papa antes de transición, después revolucionario que ha abierto las puertas de la Iglesia al Concilio. Ahora el Papa santo. ¿Qué es necesario conocer aún de Juan XXIII?
Marco Roncalli: Hay una complejidad detrás del su aparente sencillez. No se conoce suficientemente su cultura, su conocimiento de la historia y no solo de la Iglesia. No se conocen muchos gestos de solidaridad escondida. No se conoce totalmente la conciencia y el valor con la que asume importantes decisiones por las que fue acusado de ingenuidad. Hay todavía periodos de su vida para profundizar, por ejemplo los de joven seminarista y sacerdote. Deben ser publicados algunos cuadernos sobre sus estudios juveniles, sobre el interés por ejemplo por el americanismo. O algunas cartas de gran importancia con amigos como el cardenal Gustavo Testa, y las homilías que se remontan a la primera guerra mundial. Sin embargo, ya disfrutamos de un gran número de fuentes. De ningún otro Papa tenemos tanto el «Diario del alma» como los diarios de casi toda una vida. Y se conservan numerosas cartas, homilías, apuntes de distinto tipo. Puedo decir, sin embargo, con una cierta seguridad, que las continuas publicaciones de materiales inéditos dan mayor plenitud a una parábola humana y espiritual vivida con fe granítica en Dios y confianza natural por los hombres.

Son muchos los escritos que usted ha dedicado a su tío. A nivel personal, ¿qué ha descubierto en sus investigaciones? Por ejemplo, usted ha publicado la correspondencia entre Roncalli y Montini…

Marco Roncalli: Estas son cartas de fe y amistad como se ha querido expresar en el subtítulo del libro (“A.G.Roncalli y G.B.Montini – Cartas de fe y de amistad”, ed. Studium). Pero lo son también otras cartas que he trabajado, por ejemplo la de Schuster o con don Giuseppe De Luca. Cierto los tonos son diferentes, pero él, Angelo Giuseppe Roncalli, ha sido realmente el hombre del encuentro: con Dios y con los hombres.
Como histórico de la Iglesia, según usted ¿qué momento está viviendo la Iglesia? ¿Y qué herencia ha dejado el pontificado de Juan XXIII?
Marco Roncalli: Me parece que se está viviendo una segunda primavera conciliar. Como si Dios nos hubiera dado el Papa que quería y que necesitábamos… Sin olvidar la premisa de la renuncia de Benedicto XVI que ha permitido, de hecho, lo que tenemos bajo los ojos: la respuesta a una necesidad difundida de misericordia que es una palabra clave de este pontificado. Un pontificado pastoral cierto, pero, como en el caso de Juan XXIII, menos sencillo de lo que le parece a muchas personas. De hecho, un pontificado con el apoyo de un robusto bagaje cultural, del conocimiento de la historia y de tantos hombres encontrados lejos de Roma. Por no hablar de la cultura espiritual de la que está empapando, precisamente como la del papa Juan.
Muchos, de hecho, han comparado Francisco a Juan XXIII: por el estilo de comunicación, la actitud con la gente, la ternura. ¿Usted ve un hilo directo entre los dos Papas?
Marco Roncalli: Sí, veo una «unión» entre los dos Obispos de Roma bastante evidente. Y ha sido también la primera impresión que he tenido delante al manifestarse la «sorpresa Bergoglio». Se ven sus rasgos comunes en la serenidad en el amor por la verdad y la caridad, por la pobreza en sentido franciscano, y de hecho la medicina de la misericordia. Les veo cercanos también en su vivir el optimismo cristiano, la alegría del encuentro continuo con Dios y con todos los hombres, tanto los que se siente parte de la Iglesia, como a los de acercarse en la atención a las necesidades espirituales y materiales, siempre con gran respeto…
¿Eran los familiares conscientes de la santidad de Roncalli?

Marco Roncalli: Sus virtudes las he escuchado contar. A menudo en casa he escuchado, de los que le estuvieron realmente cerca, testimonios de su bondad, sobre su caridad silenciosa, su continua confianza en Dios. Recuerdo que cuando era pequeño hacía compañía a mi abuelo Giuseppe -el hermano más joven- del Papa, también por la noche porque se quedo viudo muy joven. Por la noche se inclinaba en el reclinatorio que tenía cerca de la cama, y después, mientras se dormía, a menudo hablaba de su hermano Papa, de cómo habían crecido, de sus encuentros antes y después de la elección… También ahora mi padre repite muchas historias que tienen que ver con el tío monseñor o cardenal. Mi padre le vio mucho cuando estaba en Venecia, porque hizo el servicio militar en la laguna en el Batallón San Marco y, especialmente por la noche, iba a verlo. Ocurría que cenaban juntos y que mi padre hiciera para él pequeñas tareas o recados. También entonces -me cuenta-  Roncalli vivía en el patriarcado, en un contexto de gran sobriedad. En la mayoría de las historias, ha sido fácil conocer y seguir al Papa Juan en su anhelo de santidad, interrumpido, día tras día, estudiando las páginas del «Diario del alama» y los otros diarios. En cualquier caso, siempre he oído hablar de él como de una persona verdadera, un «Papa de carne» como decía Mazzolari, y me gustaría que se le recordara así. No creo que sea beneficioso para ningún Papa la mitificación, la «papolatría». Creo que imperfecciones o también errores haya podido hacerlos Juan XXIII como todos los otros.

Ciertamente su autenticidad, su sencillez, como también su valentía, han tocado al mundo que hoy se apresura a llamarlo santo. Además, como escribió el poeta Ungaretti, él «hizo visible esa santidad que era privada y pública».

En su opinión, ¿su tío se habría esperando ser elevado a los honores de los altares?

Marco Roncalli: Él mismo, aún sacerdote de Bergamo, en las virtudes de los santos escribía querer buscar «la sustancia y no los accidentes» y anotaba frases como «el hacerme santo a toda costa, debe ser mi preocupación continua: preocupación serena y tranquila, no pesada y tiránica».
La preocupación, por tanto, de un hombre que vivió «siempre con Dios y con las cosas de Dios», y la adhesión completa a la Palabra. La preocupación de un Pontífice que meditando un día sobre el elogio tributario del «Brevario Romano» a San Eugenio Papa (donde se lee «fue benévolo, manso y humilde y, lo que es más importante, fue distinguido por santidad de vida»), se apuntó la frase: «¿No sería bonito llegar al menos hasta ahí?»
¿Por qué para papa Juan un proceso de canonización tan lento y después tan repentino, sin ni siquiera esperar un milagro?

Marco Roncalli: Es verdad que para Juan XXIII no se ha  pedido el segundo milagro. También si el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, ha precisado hace tiempo que no era una cuestión de descuentos, privilegios, exenciones, y que en realidad el papa Francisco ha querido solo reducir los tiempos para dar a la Iglesia entera la gran oportunidad de celebrar juntos la canonización de dos Papas Santos: Juan XXIII, el iniciador del Concilio Vaticano II, y de Juan Pablo II, el realizador de los fermentos pastorales, espirituales y doctrinales de los documentos conciliares.  La voluntad del Papa es clara. El recurso a un vínculo ya había sucedido cuando el mismo Wojtyla beatificó en el 2000 a Pío IX y Papa Juan. Cierto se trata de dos personalidades muy diversas, con dos historias y dos características diferentes, y también si miran bien a temas como el Concilio o la paz -por dar solo dos ejemplos- los rasgos que les unen están… A partir del hecho que eran dos hombres capaces de asumir grandes responsabilidades, personales y universales, que han marcado la historia.

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